"Como hemos leído ya numerosos libros, el profesor nos hizo notar esta circunstancia y dijo que ellos son nuestros mejores amigos. Nos habló del bien que nos hacen y, de repente, lanzó esta pregunta:
-¿Quién hace los libros?
Algunos niños respondieron muy convencidos:
-¡Pues los libreros!
-¿Están seguros? -preguntó el maestro.
-No -contestó un compañero-. Los libreros los venden, pero no los hacen.
-Entonces, ¿quién los hace?
Nos quedamos callados, y pasado un momento, el maestro nos habló de esta manera:
-Me parece natural que no acierten a responder en seguida, porque los libros son obra de muchas personas, y después de publicados ocupan todavía a muchas más: distribuidores, libreros, bibliotecarios, etc. Nos ocuparemos de todas ellas, empezando por la principal, que es el autor.
El maestro nos hizo ver que debajo del título del libro había un nombre propio.
-Ese nombre -dijo- es el del autor, es decir, el de la persona que ha pensado y escrito lo que el libro dice. Los autores ponen toda su inteligencia y esfuerzo en la tarea de instruir y deleitar sanamente a la sociedad. Hasta los autores más modestos son dignos de nuestro respeto, porque estudian constantemente para mejorar su inteligencia y su caudal de saber. Y cuando se hallan entregados a la labor de redactar sus libros, su trabajo no sólo consiste en escribir lo que van pensando, sino que necesitan investigar bien los hechos que relatan y consultar libros especiales, para asegurarse de la exactitud de lo que escriben.
Al lado de los autores hay que contar los traductores encargados de trasladar los libros de unas lenguas a otras. La Biblia, fue escrita en lengua hebrea, y, merced a los traductores, la podemos leer en todas las lenguas. Lo mismo ocurre con la Ilíada y la Odisea de Homero que se escribieron en griego; con la Divina Comedia de Dante, que se escribió en italiano.
Los traductores deben saber muy bien la lengua en que está escrito el libro y aquella a la que se traduce y deben ser inteligentes y cultos para distinguir si una obra merece o no ser traducida.
Como ven los autores y traductores de libros tienen una gran responsabilidad, pues está depositada en sus manos la lengua nacional."(1)
(1) Hernández Ruiz, Santiago, Curiosidades y ejemplos, Fernández editores, México, 1985, pp. 174 y 175.
(1) Hernández Ruiz, Santiago, Curiosidades y ejemplos, Fernández editores, México, 1985, pp. 174 y 175.
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